la culpa

la culpa

enero 18, 2014

gradual regreso a la pasividad.


Hoy leí un texto que compartió una gran amiga que trabaja en el laboratorio de urgencias de una clínica pública, con respecto a los casos de influenza AH1N1. Comparto algunos fragmentos:

"...Donde ahora trabajo llegaron hace un par de días dos personas con una fuerte infección respiratoria y yo me atreví a ir y preguntarles si habían recibido la vacuna (...) Dijeron que no... llegaron aquí ya tarde. Se siguió el protocolo y mucho más. Otra vez me consta porque estuve ahí. Pero no se pudo hacer nada más por salvarlos.
"En más de un año [trabajando aquí] me ha tocado ver gente grave por enfisemas pulmonares, por neumonías, por bronquitis o bronquiolitis.
"Sé cómo llegan. Sé cómo van avanzando. Sé cómo a veces, mueren. Pero nada como estas personas que están llegando ahora. Llegaron muy enfermos al hospital, aunque por su propio pie. Y luego CASI ENSEGUIDA MURIERON. En medio de una agonía terrible. En medio de un no poder hacer nada porque todos sus órganos se ponen mal sin que importe todo lo que se estaba haciendo por salvarlos.
“Las defunciones siguen saliendo positivas a AH1N1.
 “Yo sí recomiendo las vacunas porque sí se crean buenas defensas (…) aunque tenga sus negativos, es mejor vacunarse. Y ante síntomas muy sospechosos de cualquier tipo de influenza, tomar el tamiflu. El virus más frecuente es el A, en la variante H1N1 que es muy agresivo. Hay por ahí otro pero es muy raro todavía.”

Cuando pienso en la crisis de influenza hace 5 años en México, tengo esa sensación casi bíblica como de pueblo que ha atravesado su propio mar rojo. Me refiero a que superar un episodio así debería habernos dejado lecciones en lo colectivo.

Voy a decir algo terriblemente frívolo, pero lo primero que recuerdo al pensar en esa pandemia es mi frustración por algún concierto cancelado.  A mí esa influenza –a la que primero se le atribuyó origen porcino, como si necesitara un mote despectivo para maldecirla a la vez que nombrarla— me arrebató la actuación de Tujiko Noriko en plaza de la Liberación, pero a otros les arrebató clientes y, en fin, dinero (en la resaca se habló mucho de los comercios, de las pérdidas económicas). Lo verdaderamente lamentable es que también arrebató vidas. Maldita, cochina gripe porcina.

Justo su letalidad, pero también la facilidad de contagio fue lo que detonó la alarma y pronto la histeria. Creo que todos llegamos a tener miedo, lo constatan esas imágenes de calles semivacías y luego vueltas a poblar, pero muy poco a poco, y siempre portando cubrebocas.

La vacuna contra el virus causante se desarrolló rápido, pero mundialmente hubo protestas y reticencia de la gente a vacunarse. En 2009 las redes sociales estaban en su apogeo y, también viralmente, comenzaron a propagarse a través de ellas, en algún momento de la epidemia, versiones conspiratorias que la explicaban como una acción distractora de la crisis económica mundial por parte del G8 y llevada a cabo por el gobierno mexicano.

En el país donde iniciaron los primeros casos de esa pandemia, (o mentira, o negocio, según sus detractores) ese año pasaban cosas como que la líder nacional del Sindicato de Trabajadores de la Educación era incapaz de leer correctamente, en medio de un discurso oficial, el nombre de tan popular virus. Me parece que reírnos todos los mexicanos de la imbecilidad de Elba Esther Gordillo era lo que necesitábamos para superar el reciente trauma colectivo. También hubiera sido muy sano si tras la carcajada nos hubiéramos seguido informando y nos hubiéramos sentido más poderosos quienes debemos acudir (qué remedio) a los servicios de salud públicos o al Doctor Simi cada vez que enfermamos; y quizá deberíamos haber adquirido una serie de precauciones como vacunarnos y cuidarnos. De la misma forma, hubiera sido más justo que Gordillo no sólo hubiera sido objeto de escarnio público sino que hubiera ido a la cárcel ya en ese año, desde luego no por presumir su incapacidad lectora y demás defectos que, aún siendo muy molestos para quien, por ejemplo, la viera aparecer por televisión, no constituían delito, sino por la corrupción y el enriquecimiento ilícito que también se le notaban ya entonces; pero tuvo casi cinco años más para vivir la buena vida. Y, todo hay que decirlo, el encarcelamiento de Gordillo no fue un logro de la ciudadanía, sino un gesto político.

Por esas cosas raras que pasaban en México en 2009 y que siguen pasando hoy (como la ausencia de una alerta epidemiológica, pese al evidente repunte de la gripe ¿otro gesto político?) creo que la mayoría de la gente en nuestro país que se niega a vacunarse contra la influenza lo hace más por desidia que como resultado de la información, conspiratoria o no. Y así, qué pena, perdimos la oportunidad de tomar algo para nosotros desde la muerte de un ser querido, desde el dinero perdido o el concierto cancelado. Maldita, cochina pasividad.

Mi amiga, haciendo su chamba durante la epidemia de 2009

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